Entre las expresiones contemporáneas en el ámbito pictográfico y plástico en nuestro país, han ido apareciendo figuras con un camino propio. Propuestas estéticas que no se asimilan a ninguna corriente formal. Entre esas propuestas la obra de Néstor Quiñones hace gala de una introspección individual, que alude a una construcción filosófica de lo que es la imágen, y del poder que se encuentra en ella.
La recurrencia que tiene al enfocar al hombre en escenarios abiertos y neutros, desarrolla la idea de interrogación ante todo lo que supera al entendimiento de la naturaleza, aún cuando nos encontramos inmersos en adelantos tecnológicos, lo cual evoca al motor primigenio de las artes y de la historia en general: el afán de maravilla, la sorpresa de encontrarse con lo desconocido: pero también el poder de transformación, de trabajo y reflexión. Es así como la obra de Néstor nos lleva por un recorrido figurativo, simbólico, introspectivo, pero con grandes resonancias colectivas.
Imágenes lacerantes en un mundo onírico, figuras galácticas en las que el hombre emerge dentro de su propia fantasía, amotinamiento de color y línea indefinida, construcciones de desiertos enquistados en la mente humana, mares eternos y melancólicos con puntos indistintos en la inmesidad, trayectos vitales insertos en arena o en plata, ovnis paseantes en aguas nostálgicas, papalotes. árboles desafasados entre riscos de espacio impreciso, frutas que observan el universo, que conviven con seres desconocidos, pero reconocibles, máscaras que fluctúan entre la expresión y la reflexión, es algo de lo mucho que podemos encontrar en la obra de Néstor Quiñones.
El personaje de Néstor como artista es visible en su obra, como modelo de arquitecto, de constructor, en el que los símbolos de la posmodernidad bien pueden descomponerse, y llevarse a un plano reflexivo de los que somos como sociedad, como humanidad. Llega al punto de fuga en el cual, la realidad es el espacio en que la obra toma vida propia, escindiéndose de cualquier injerencia formal, y más bien, abordando un planteamiento nuevo, para mostrar las expresiones que históricamente han demostrado que el hombre es capaz de reinventarse, de llevar un recorrido memorial de los sentimientos, de las problemáticas del tiempo que le toca vivir, sufrir, disfrutar, y finalmente crear.
La exposición Ojo que no ve que incluye la paradoja de la gran Piedra Invisible, vuelve a poner de relieve el significado de la visión, como una facultad más allá de lo físico. En esta nueva aproximación a la imágen de Néstor Quiñones nos revela formas y emociones que nos corresponden sin dejar de sorprendernos. Figuras e imágenes que nos sitúan en un tiempo y un espacio aprehensible, pero a la vez fuera de tiempo y el espacio. un juego infinito entre el hacer aparecer y el ocultamiento. El trabajo inacabable del artista.
La recurrencia que tiene al enfocar al hombre en escenarios abiertos y neutros, desarrolla la idea de interrogación ante todo lo que supera al entendimiento de la naturaleza, aún cuando nos encontramos inmersos en adelantos tecnológicos, lo cual evoca al motor primigenio de las artes y de la historia en general: el afán de maravilla, la sorpresa de encontrarse con lo desconocido: pero también el poder de transformación, de trabajo y reflexión. Es así como la obra de Néstor nos lleva por un recorrido figurativo, simbólico, introspectivo, pero con grandes resonancias colectivas.
Imágenes lacerantes en un mundo onírico, figuras galácticas en las que el hombre emerge dentro de su propia fantasía, amotinamiento de color y línea indefinida, construcciones de desiertos enquistados en la mente humana, mares eternos y melancólicos con puntos indistintos en la inmesidad, trayectos vitales insertos en arena o en plata, ovnis paseantes en aguas nostálgicas, papalotes. árboles desafasados entre riscos de espacio impreciso, frutas que observan el universo, que conviven con seres desconocidos, pero reconocibles, máscaras que fluctúan entre la expresión y la reflexión, es algo de lo mucho que podemos encontrar en la obra de Néstor Quiñones.
El personaje de Néstor como artista es visible en su obra, como modelo de arquitecto, de constructor, en el que los símbolos de la posmodernidad bien pueden descomponerse, y llevarse a un plano reflexivo de los que somos como sociedad, como humanidad. Llega al punto de fuga en el cual, la realidad es el espacio en que la obra toma vida propia, escindiéndose de cualquier injerencia formal, y más bien, abordando un planteamiento nuevo, para mostrar las expresiones que históricamente han demostrado que el hombre es capaz de reinventarse, de llevar un recorrido memorial de los sentimientos, de las problemáticas del tiempo que le toca vivir, sufrir, disfrutar, y finalmente crear.
La exposición Ojo que no ve que incluye la paradoja de la gran Piedra Invisible, vuelve a poner de relieve el significado de la visión, como una facultad más allá de lo físico. En esta nueva aproximación a la imágen de Néstor Quiñones nos revela formas y emociones que nos corresponden sin dejar de sorprendernos. Figuras e imágenes que nos sitúan en un tiempo y un espacio aprehensible, pero a la vez fuera de tiempo y el espacio. un juego infinito entre el hacer aparecer y el ocultamiento. El trabajo inacabable del artista.
*Texto escrito para la exposición presentada en el Centro Cultural del México Contemporáneo
Noviembre 2006-febrero 2007