La obra de Néstor no es fácilmente decodificada. Las capas, los distintos niveles de lectura que suponen sus composiciones, tan profundamente simbólicas, requieren de cierto grado de introspección y serenidad por parte del espectador.
Sus piezas artísticas están constituidas por velos: significaciones verticales que uno penetra, supera y trastoca mientras transcurre esa vivencia, que más que estética es, existencial. Ahora bien, los velos subyacen no sólo como interpretaciones de la que escribe, sino como verdaderos ejes teóricos que sustentan la obra del artista.
En 2006 se presentó en el Centro Cultural del México Contemporáneo una instalación compuesta por seis mantas negras que, tendidas del techo, formaban “Las capas de la piel”. Aquél que participaba en la pieza experimentaba el deseo de atravesar las extensiones de tela: impulso casi instintivo, físico, que remitía a aquello tan común en la producción de Quiñones: la provocación de experiencias profundas y originarias a partir de reminiscencias a la esencialidad humana y la corporeidad.
Tanto la esencialidad como la corporeidad son conceptos susceptibles a ser vinculados entre sí. Ambos aluden a la dicotomía muerte/vida y universalidad. La muerte y la vida, como representaciones esenciales de lo humano, es a su vez un tópico tratado por Quiñones en Der Handtuchhalter –instalación realizada en 1998 en Tiroler Volkskunstmuseum en Innsbruck— en donde un par de espejos, al iluminarse desde el interior, permiten observar un camino interminable y una escultura que, al ser un cuerpo humano que deja ver una parte del esqueleto, recuerda mucho a la iconografía propia del vanitas.
La universalidad como presencia, se hace patente en la abstracta simbología tan constante en su obra. Hay un afán por abarcar totalidades a partir del uso de signos, de figuras antropomórficas ausentes de rostro que involucran al que observa no sólo como individuo, sino también como un miembro más de la raza humana, como un anónimo ser orgánico.
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